Pero ella no respondió.
- Adiós -repitió.
La flor tosió, más no a causa de su catarro.
-He sido una tonta -le dijo al fin. Te pido perdón. Trata de ser feliz.
Al principito le sorprendió la ausencia de reproches. Permaneció allí, todo desconcertado, con la campana de cristal en la mano. No comprendía esa dulce mansedumbre.
- Sí, te quiero. -le dijo la flor.
DE SAINT-EXUPÉRY, Antoine; El Principito