martes, 12 de octubre de 2010

Ese que todo lo cura...

L. se acurrucó como un ovillo de lana tapándose a su vez con su manta preferida, la amarilla. Lo que más le apetecía era llorar, sí, pero apretó fuerte los ojos, eligió un recuerdo con él, de esos que tanto la hacían llorar, e intentó borrarlo. Al ver que eso no era posible simplemente se dedicó a darle normalidad, ya no lo idealizó más, al menos ese recuerdo. Se levantó y se atrevió a escuchar esa canción que tantos recuerdos le traía, y no lloró, pero sí sintió cómo una presión en el pecho no la dejaba respirar, sintió de verdad el dolor de un corazón roto, aunque poco a poco, y con el paso del tiempo, éste, de forma completamente mágica, se iría desvaneciendo.

Ese que todo lo cura... El tiempo

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