Echada en el suelo de aquella fina y lujuriosa playa, le dejaba ver sus piernas al sol; aún estaban blancas, pues el verano no había llegado y a penas las iluminaban unos tímidos rayos de sol. De vez en cuando se sentía molesta y apretaba con fuerza los ojos, pues notaba cómo allí sola, en esa desnuda playa, segundo tras segundo la imaginación la iba quemando.
La playa puede traernos tantas cosas...
ResponderEliminardesnuda la playa, desnuda el alma
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